A ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR
Cuando el cabo 1.º Samper se presentó en la Academia General Básica de Suboficiales, el 1 de noviembre de 1974, el frío ya había llegado a Talarn (Lérida). La recién inaugurada academia no contaba aún con calefacción ni agua caliente, y los nuevos caballeros alumnos de la I promoción se encontraron todos por primera vez en unas instalaciones que aún no estaban adaptadas a la climatología de la zona.
El Cte. Samper recuerda, no obstante, que la primera noche en la AGBS fue «inolvidable» para los recién llegados. Los alumnos de primer curso eran alrededor de 1000, de edades muy dispares, y dormían en camaretas de cuatro separadas por unos pequeños tabiques. Los edificios de las compañías eran naves corridas divididas en dos plantas, y en ellas confluyeron aquel primer curso jóvenes veinteañeros con alumnos de acceso directo que apenas tenían diecisiete. «Eran unos niños de los que los mayores hicieron de padres», rememora el militar. «En esta confraternización en la Academia, se forjó y basó el espíritu de unión de esta promoción», enfatiza. Samper procedía de la Compañía de Operaciones Especiales n.º 31, en Alicante, y llevaba diez meses de servicio militar voluntario. Había ingresado en la AGBS después de que su capitán le sugiriera opositar a la nueva academia.
Al igual que las edades, la formación militar y cultural de los alumnos también era muy diversa. «Los que tenían experiencia militar ejercían de instructores en la formación de los compañeros menos preparados, bajo la supervisión de los oficiales profesores», señala el comandante. Los alumnos de la 1.ª y 2.ª compañía, que tenían una mayor preparación cultural, realizaban trabajos de acondicionamiento en las instalaciones por las tardes, mientras los compañeros con menos estudios acudían a clase para equiparar el nivel. «Hicimos de todo», afirma el comandante. Contribuyeron a la mejora del enorme complejo académico-militar que se estaba levantando en la montaña de Talarn, donde se asentaron las bases para la formación de los nuevos suboficiales del Ejército de Tierra.
UNA GENERACIÓN PIONERA
Conocidos popularmente como «suboficiales de academia», fueron la primera generación de sargentos que pasó de un curso de seis meses a tres años de formación. «Eran tiempos diferentes. El Ejército ha evolucionado mucho y también la formación en la AGBS. Los suboficiales actuales están técnicamente más preparados», asegura Samper. «Nuestro primer saco de dormir era de piel de borrego, te llegaba por la mitad del pecho y tenías que encogerte para taparte un poco cuando íbamos de maniobras», recuerda.
A día de hoy, con toda la experiencia acumulada en años de servicio, el oficial retirado considera que en la AGBS recibieron una buena enseñanza que les capacitó para el empleo de sargento, una formación que fueron perfeccionando y curtiendo en sus diferentes destinos en las unidades. En su caso, en la Brigada Paracaidista.
«Creo que los suboficiales son la base del Ejército, y un Ejército sin unos suboficiales preparados no está capacitado para cumplir con su cometido, tanto en misiones de guerra y defensa como en misiones de paz y ayuda humanitaria». «El sargento y el suboficial son la base del Ejército. Es el que forma al soldado y el que hace de enlace entre el oficial y el soldado en la cadena de mando», reitera el comandante.
La I promoción de la Escala Básica de Suboficiales fue incorporándose a sus 25 destinos, salvando dificultades y abriendo camino a las siguientes promociones, con las que fueron encontrándose en las unidades y que los veían «un poco como padres». El comandante (R) Samper asegura que la experiencia con todos ellos fue muy buena. «Intentabas acogerlos, trasladarles tu experiencia y explicarles un poco cómo funcionaba todo». «El suboficial ahora necesita una preparación tecnológica mayor. Tenemos una gran Escala de Suboficiales», subraya.
Los alumnos de la I promoción pasaron un año en Talarn, antes de trasladarse a las academias de su especialidad, donde realizaron otros dos cursos. Antes de acabar primero, llevaron a cabo las maniobras «Rebeco» 75, presididas por el entonces Príncipe Juan Carlos, donde tuvieron su primer contacto con las unidades. Volvieron a la AGBS a finales de tercero, dedicado a prácticas y cursos de especialización, con el fin de preparar la entrega de despachos.
«En la primera incorporación a las unidades, algunos suboficiales antiguos, los menos, nos miraban con un poco de recelo. Hubo que afrontarlo y revertir esa primera opinión. Otros nos recibieron con los brazos abiertos y con sus consejos nos aportaron la experiencia que nos faltaba. En algunas unidades, costó integrarnos con ellos», recuerda el comandante. «Fuimos la fuerza de choque y hermandad. Las dos cosas a la vez, en confraternización y en enfrentar la falta de entendimiento hacia el nuevo suboficial que salía de la Academia General Básica de Suboficiales».
«En resumen, fueron tiempos muy duros», afirma el Cte. Samper. Los primeros alumnos de Talarn superaron juntos pruebas y obstáculos, realizaron maniobras y ejercicios, sufrieron las inclemencias del tiempo y se ayudaron entre ellos como hermanos. Aquel curso terminó, y los caballeros alumnos de la I promoción de la AGBS ascendieron por la falda del monte Costampla, sentando un precedente.
Los alumnos de la siguiente promoción pintaron un año después con cal el lema de la AGBS —«A España servir hasta morir»—. Casi tres años después de iniciar sus estudios, los caballeros alumnos de la I promoción recibieron sus despachos de manos del Rey Juan Carlos I, el 15 de julio de 1977, en una ceremonia para la historia en la que el recién ascendido sargento Samper fue condecorado con la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco como número uno del Arma de Infantería de la I promoción de la AGBS, sellando con sus compañeros, a los que lleva siempre en su recuerdo, una hermandad que —asegura— «es eterna e irrepetible».
«La hermandad que se creó en aquella primera promoción es irrepetible»
CTE. SAMPER, NÚMERO UNO DE INF. DE LA I PROMOCIÓN DE LA AGBSA ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR