En 1708, aprovechando las guerras civiles internas, los ingleses conquistaron la isla de Menorca y Gibraltar, que posteriormente mediante el Tratado de Utrecht las incorporaron a sus dominios. En 1782, la escuadra hispano-francesa consiguió la rendición de la plaza de Menorca, que fue de nuevo incorporada a la Corona española y era la esperanza de que sucediese lo mismo con el Peñón de Gibraltar.
Con tal motivo, reinaba el júbilo en el Palacio y queriendo el Rey Carlos III, dar al Ejército de España y sus Indias una muestra de aprecio, ordenó a todos los jefes militares que, en el día de la Epifanía del Señor, de la llegada de los Reyes Magos, reuniesen a todas las guarniciones y en su nombre transmitieran su Regia felicitación por la Pascua y les notificasen los honores que se había dignado concederles con ocasión de esta fiesta, que en adelante se denominaría “Pascua Militar”.
La fiesta fue solemne en todas partes y el sentido era a la inversa de la costumbre: consistía en que fuera el Rey quien cumplimentara a la oficialidad, y esta quien lo hiciera a la Tropa. Al correr de los tiempos, la fiesta fue decayendo paulatinamente, pero conservando siempre la finalidad de ser los subordinados los agasajados.
Dentro de los cuarteles, la fiesta adquiría caracteres extraordinarios, sin que, por ello, jamás se pusiera en riesgo la disciplina. Se organizaba por los oficiales “cabalgatas jocosas, con improvisadas bandas de música, diestras en producir ruidos infernales, repartiéndose a la tropa baratijas, tan de su gusto, como petacas, pipas, carteras, bolsillos, navajas, espejos, etc. Todo este festival se regaba con abundante vino peleón, colaborando los puros “mataquintos” al entusiasmo general”.
Otra costumbre, añadida a los actos de la Pascua Militar, que se celebraba en todas las Plazas con guarnición, y que desgraciadamente solo se conserva en algunos lugares, pocos, pero que las asociaciones no profesionales de militares, procuran mantener al margen del protocolo oficial, es homenajear a los viejos soldados, ya apartados por sus muchos años de las andanzas del campo y del cuartdel, quienes reciben de la actual generación, una caricia que no esperaban, ni podían esperar por el abandono que tiene la clase de militares “retirados” del mundo oficial. 131Al más veterano de la Plaza, con independencia de su empleo, una Comisión de estas asociaciones, y en algún caso de la Autoridad Militar de la Plaza, les hace entrega de un obsequio, que suele ser una placa conmemorativa del acto. Es una idea bellísima y este homenaje a la veteranía al final de la vida les hace recordar toda una vida de entrega y sacrificio a su Patria, a la que dieron lo mejor de su ser y si hubiera sido preciso su vida.
En la actualidad, la invasión de la política en el mundo castrense ha trasformado la conmemoración de la Pascua Militar en un acto político, en el que el ministro de turno da cuenta de las actividades realizadas por el Ministerio en el último año.
Lo lógico es que la Pascua Militar se celebre como la instauró el Rey Carlos III, un acto para que el Rey felicite a las Fuerzas Armadas de las que es Comandante en Jefe en un acto estrictamente militar.
Por todo ello todos los profesionales de: los Ejércitos de Tierra, de la Armada, Ejército del Aire y Guardia Civil, nos deseamos en este día una Feliz Pascua Militar.