El Ejército de Tierra: entre la entrega en catástrofes y la falta de reconocimiento real
En los últimos meses, España ha vuelto a presenciar la entrega absoluta de los hombres y mujeres del Ejército de Tierra, tanto en la DANA en Valencia como en los grandes incendios forestales que han puesto de relieve el papel esencial de nuestras Fuerzas Armadas en el auxilio a la población civil:
- En la DANA en la Comunidad Valenciana.- Durante semanas, cientos de militares trabajaron sin descanso retirando escombros, rescatando personas, limpiando calles y asegurando infraestructuras básicas. Largas jormnadas de trabajo intenso y asumiendo los riesgos, durante semanas y vivendo en tiendas de campaña. En muchos casos, fueron el primer rostro de esperanza para quienes lo habían perdido todo. Su esfuerzo, disciplina y cercanía con los ciudadanos han sido elogiados en ceremonias oficiales y visitas institucionales.
Condecoraciones frente a mejoras laborales
El Gobierno ha respondido a esta entrega con actos solemnes y condecoraciones. Es cierto que la sociedad necesita símbolos y gestos de reconocimiento, pero cabe preguntarse: ¿es suficiente una medalla para compensar semanas de trabajo en condiciones durísimas, lejos de la familia y con salarios que en muchos casos apenas superan el mínimo interprofesional?
La realidad es que gran parte del personal militar español sigue soportando sueldos bajos, limitaciones en la conciliación y falta de estabilidad laboral, especialmente en el caso de la tropa y marinería con compromisos temporales. Mientras se invierte en material y despliegues, las condiciones del recurso más valioso —el factor humano— no avanzan al mismo ritmo.
Un reconocimiento que debería ir más allá
Las condecoraciones no cuestan dinero al Estado, pero tampoco cambian la vida de quienes lo dan todo en cada misión. El verdadero reconocimiento debería traducirse en mejoras salariales, más seguridad en el empleo, oportunidades de desarrollo profesional y apoyo real a sus familias.
El Ejército de Tierra seguirá estando al lado de la sociedad en cada catástrofe, porque esa es su vocación. Pero la pregunta que queda en el aire es clara: ¿no deberíamos, como país, estar también nosotros al lado de ellos cuando se trata de mejorar sus condiciones de vida?
Reflexión final
No se trata de restar valor a las medallas, sino de complementarlas con lo que de verdad importa. El reconocimiento simbólico honra, pero el reconocimiento práctico dignifica.