UNA VIDA ENTREGADA A LA SANIDAD

INICIOS
No hay mayor homenaje que la historia pueda realizar sobre una figura de la Sanidad militar que el que se le rindió al Médico D. Mariano Gómez Ulla, el poner su nombre al Hospital Central de la Defensa en Madrid.
D. Mariano Gómez Ulla nació el 6 de noviembre de 1877 en Santiago de Compostela y falleció en Madrid el 24 de noviembre de 1945 a los 68 años. Fue el cuarto de 8 hermanos y tanto él, como su hermano Ramón, estudiaron Medicina, mientras que otro de sus hermanos, Alejandro, se dedicó a la Farmacia.
Inició sus estudios de medicina en la facultad de Fonseca de la Universidad de Santiago, obteniendo el título en 1897, destacando siempre por sus altas calificaciones.
ENTRADA EN EL EJÉRCITO (1900)
Mientras preparaba su doctorado, se presentó a las oposiciones para el Cuerpo de Sanidad Militar, obteniendo el primer puesto e ingresando en la Academia de Sanidad Militar. Salió de la academia el 30 de junio de 1900 con el empleo de 2º Teniente Médico, siendo destinado a la guardia del Hospital de Zaragoza y a la 3ª sección de la 3ª compañía de la Brigada Sanitaria, donde permaneció hasta su ascenso a Capitán Médico 1º en 1905.
DOCTORADO (1909)
Compaginando su carrera militar con sus estudios, alcanzó el Doctorado el 31 de mayo de 1909, con su tesis doctoral titulada “La desinfección en el Ejército”, obteniendo una calificación de sobresaliente.

ACONTECIMIENTOS BÉLICOS (1909)
Ante los acontecimientos bélicos en el Protectorado, marchó a Melilla como responsable de la Ambulancia montada perteneciente a la 1ª División expedicionaria mandada por el General Orozco. Su tarea consistía en la evacuación de heridos y enfermos, demostrando su valor en multitud de operaciones, incluyendo la ocupación de Tahuima, Nador y Zeluan.
VUELTA A MADRID (1911)
Tras 2 años de destacamento, en 1911 regresó a Madrid, siendo destinado al Hospital Militar de Carabanchel como ayudante de clínica. El hospital se encontraba en un estado lamentable de abandono, con enfermos incurables, falta de personal y medios. Dedicó sus esfuerzos a su organización, solicitando para ello la cooperación de las Hijas de la Caridad.
PERFECCIONAMIENTO MÉDICO (1912)
El doctor Gómez Ulla deseaba perfeccionar sus conocimientos médicos y, en 1912, visitó los centros más avanzados en materia médica en las ciudades de París, Berlín y Roma. Allí estudió las últimas técnicas quirúrgicas, especialmente la cirugía de guerra.
I GUERRA MUNDIAL (1914)
A su regreso de la comisión y con el inicio de la Primera Guerra Mundial, fue requerido por el embajador de España en Berlín a petición del Káiser Guillermo II y el rey de España. Su misión consistía en conocer la organización y funcionamiento de los campos de concentración de oficiales alemanes prisioneros en Francia. Gómez Ulla permaneció agregado hasta el final de la contienda, estudiando los frentes de Francia y Bélgica. Durante este tiempo, ascendió al rango de Médico Mayor, empleo posteriormente denominado Comandante Médico por la Ley del 29 de junio de 1918.
Tras finalizar su misión, se incorporó nuevamente al Hospital Militar de Madrid-Carabanchel, donde fue nombrado profesor de Medicina de Guerra en la Academia de Sanidad Militar.
DESASTRE DE ANNUAL (1921)
En 1921, mientras se encontraba en Berlín, ocurrió el Desastre de Annual. Gómez Ulla solicitó su traslado a la zona de combate y allí inauguró hospitales transportables a lomos de mulos, que más tarde se conocieron como los “Hospitales Gómez Ulla”. Estos hospitales permitían la asistencia inmediata en primera línea, reduciendo así la mortalidad de los combatientes.
DESEMBARCO DE ALHUCEMAS (1925)
Tiempo más tarde, se produciría el hecho más relevante de esta contienda: el desembarco de Alhucemas el día 8 de septiembre de 1925. Al doctor Gómez Ulla se le encomendó el mando de todos los servicios quirúrgicos y sanitarios, así como la coordinación de la evacuación de heridos desde los hospitales de campaña a los barcos-hospitales y su posterior traslado a la península ibérica.
Para llevar a cabo esta tarea, se habilitaron tres buques de la compañía Trasmediterránea como buques hospital: los vapores “Villarreal”, “Barceló” y “Andalucía”.

- El vapor “Villareal”, bajo el mando del capitán José Espejo Jaén, estaba adscrito a la Flotilla Nº 3 de la Fuerza de Transporte de la columna Fernández Pérez y contaba con 330 camas.
- El vapor “Barceló”, que ya era buque hospital desde el 17 de enero de 1922, disponía de quirófano, enfermería especial para infecciosos y un departamento para pacientes con trastornos mentales. Su capacidad era también de 330 camas. El capitán José Oller Taroncher estaba al mando de este buque, adscrito a la Flotilla Nº 6 de la Fuerza de Transporte de la Brigada Saro. En este vapor viajaba la duquesa de la Victoria, quien simultaneaba su trabajo entre los tres buques-hospital, inspeccionando los servicios a cargo de la Cruz Roja. Además, el doctor Gómez Ulla, Inspector de los Servicios Sanitarios de los buques-hospitales, también viajaba en este mismo buque.
- El vapor “Andalucía”, bajo el mando del Cap. Juan Estela Abraham, formaba parte de la Flotilla Nº 6 de la Fuerza de Transporte de la Brigada Saro. Se instaló un equipo quirúrgico al mando del Cte. Médico Aguilera, compuesto por los doctores Fernández Lozano, Cerezo, Abengoa y Revenga, así como los practicantes Rocamora y Gisbert. Además, varias religiosas de las Hermanas de la Caridad brindaron asistencia. El buque estaba habilitado para 214 enfermos, pero esta capacidad se aumentó a 330 camas para el desembarco. Durante esta campaña, el buque trasladaría a 3.300 heridos.
- En los buques “Villareal” y “Andalucía”, se instalaron dos salas de operaciones, una en la proa y otra en la popa. Los heridos en camilla llegaban al costado del buque, y al abrir la escotilla, una grúa izaba la camilla y la bajaba a la sala, donde se atendía a los heridos.
- El servicio sanitario estaba compuesto por un Cte. Médico, un Cap. Médico, un Equipo Quirúrgico, doce soldados sanitarios y personal de enfermeros.
- Los buques hospitales evacuarían hacia Ceuta, Melilla, Almería o Málaga, realizando estas operaciones durante la noche. Si fuera necesario, se emplearía otro buque. Los legionarios y los Regulares serían evacuados a su territorio correspondiente.
- Se daban instrucciones generales para el servicio sanitario durante el desembarco. Los hospitales, con capacidad para 300 camas y un quirófano, debían ir al completo de personal, material de cura y víveres para 15 días de atención a pacientes. Cada columna, junto con su hospital de campaña, llevaría un equipo quirúrgico procedente de Ceuta y Melilla. Los equipos de los buques hospitales y Alhucemas se originarían en la península.
- Los servicios de higiene, bajo el mando de un Cte. Médico Jefe de Laboratorio, se dedicarían a la potabilización de las aguas, la construcción de letrinas y la inhumación de los cadáveres. Posteriormente, se encargarían de la desparasitación de los combatientes.
- El Servicio Sanitario de Emergencia se complementaba con dos hidroaviones Dornier, que evacuarían casos muy graves a los hospitales de Cádiz, Málaga y Madrid, además de Ceuta y Melilla. Este sistema estaba organizado por el Médico Jefe de la Sanidad Militar, don Mariano Gómez Ulla, quien clasificaba la gravedad de las heridas para determinar si debían ser evacuadas en cada medio disponible o llevadas al hospital pertinente.
- Las barcazas de desembarco K, ubicadas en las Columnas Franco (K-8 y K-16) y Martin (K-4 y K-19) de la Brigada Saro, además de su tripulación, contaban con un Equipo Médico de Emergencia compuesto por un enfermero y seis soldados de apoyo, además del correspondiente material sanitario.
- También organizó “grupos quirúrgicos de campaña”, una verdadera ambulancia medicalizada capaz de realizar operaciones quirúrgicas cerca del frente y un sistema de triaje inspirado en el utilizado por el ejército francés en la primera guerra mundial.
ASCENSO A TENIENTE CORONEL (1972)
En abril de 1927 fué ascendido a Teniente Coronel. La experiencia adquirida en la Primera Guerra Mundial y en la campaña de Marruecos convirtió a Gómez Ulla en una figura quirúrgica de referencia, practicando toda clase de cirugía, a excepción de la cardíaca.
La Orden de La Legión del día 23 de junio de 1927 dada en Ceuta se publicaba un telegrama enviado por Gomez Ulla a Millán Astray:
¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!
Te quiere y te admira. Gómez Ulla.
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE MADRID (1931)
En 1931 fue nombrado vicepresidente de la Sociedad de Cirugía de Madrid, alcanzando después la presidencia de la misma. Los últimos años de la Segunda República trajeron todo tipo de reconocimientos y condecoraciones; así, en octubre de 1935, el presidente de la República, Aniceto Alcalá Zamora, a propuesta del ministro de la Guerra, José María Gil Robles, concedió a Gómez Ulla la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar con distintivo blanco, recompensa solo reservada al empleo de general.
JEFE DE LOS SERVICIOS DE CIRUGÍA DEL EJÉRCITO EN MADRID (1935)
Fue nombrado jefe de los Servicios de Cirugía del Ejército en 1935 por orden de 23 de diciembre de 1935 (D.O. núm. 298 de 28 de diciembre.
INICIO GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936)
El inicio de la Guerra Civil sorprendió a Gómez Ulla en zona roja, donde continuaba su labor profesional como cirujano en el hospital de Carabanchel.
ENCARCELADO Y CONDENADO A MUERTE (1938)
Más tarde, los enfermos fueron trasladados al hotel Palace donde continuaría su labor de cirujano hasta que fue detenido y encarcelado el 4 de febrero de 1938 por su ideal monárquico, siendo condenado a muerte tras un juicio sumarísimo.
Por intercesión de la Cruz Roja Internacional, el gobierno francés y organismos académicos franceses, le salvaron la vida, ya que fue intercambiado el día 24 de noviembre por otro prisionero médico republicano, el doctor Vago. Al no contar con la confianza del Gobierno Republicano y el Ejército Popular fue sustituido por médicos de las Brigadas Internacionales y los afectos a la República,
GENERAL DE DIVISIÓN E INSPECTOR GENERAL DE SANIDAD (1942)
Al finalizar la guerra volvió a Madrid, siendo ascendido a general. En los últimos meses de 1939 se acordó por unanimidad designarle académico. En 1942, el ministro de la Gobernación le ofreció el cargo de presidente del Consejo General de los Colegios Médicos de España y en 1943 ascendió a general de división, siendo nombrado inspector general de la Sanidad Militar Española.
EPÍLOGO

A ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR
Cuando el cabo 1.º Samper se presentó en la Academia General Básica de Suboficiales, el 1 de noviembre de 1974, el frío ya había llegado a Talarn (Lérida). La recién inaugurada academia no contaba aún con calefacción ni agua caliente, y los nuevos caballeros alumnos de la I promoción se encontraron todos por primera vez en unas instalaciones que aún no estaban adaptadas a la climatología de la zona.
El Cte. Samper recuerda, no obstante, que la primera noche en la AGBS fue «inolvidable» para los recién llegados. Los alumnos de primer curso eran alrededor de 1000, de edades muy dispares, y dormían en camaretas de cuatro separadas por unos pequeños tabiques. Los edificios de las compañías eran naves corridas divididas en dos plantas, y en ellas confluyeron aquel primer curso jóvenes veinteañeros con alumnos de acceso directo que apenas tenían diecisiete. «Eran unos niños de los que los mayores hicieron de padres», rememora el militar. «En esta confraternización en la Academia, se forjó y basó el espíritu de unión de esta promoción», enfatiza. Samper procedía de la Compañía de Operaciones Especiales n.º 31, en Alicante, y llevaba diez meses de servicio militar voluntario. Había ingresado en la AGBS después de que su capitán le sugiriera opositar a la nueva academia.
Al igual que las edades, la formación militar y cultural de los alumnos también era muy diversa. «Los que tenían experiencia militar ejercían de instructores en la formación de los compañeros menos preparados, bajo la supervisión de los oficiales profesores», señala el comandante. Los alumnos de la 1.ª y 2.ª compañía, que tenían una mayor preparación cultural, realizaban trabajos de acondicionamiento en las instalaciones por las tardes, mientras los compañeros con menos estudios acudían a clase para equiparar el nivel. «Hicimos de todo», afirma el comandante. Contribuyeron a la mejora del enorme complejo académico-militar que se estaba levantando en la montaña de Talarn, donde se asentaron las bases para la formación de los nuevos suboficiales del Ejército de Tierra.
UNA GENERACIÓN PIONERA
Conocidos popularmente como «suboficiales de academia», fueron la primera generación de sargentos que pasó de un curso de seis meses a tres años de formación. «Eran tiempos diferentes. El Ejército ha evolucionado mucho y también la formación en la AGBS. Los suboficiales actuales están técnicamente más preparados», asegura Samper. «Nuestro primer saco de dormir era de piel de borrego, te llegaba por la mitad del pecho y tenías que encogerte para taparte un poco cuando íbamos de maniobras», recuerda.
A día de hoy, con toda la experiencia acumulada en años de servicio, el oficial retirado considera que en la AGBS recibieron una buena enseñanza que les capacitó para el empleo de sargento, una formación que fueron perfeccionando y curtiendo en sus diferentes destinos en las unidades. En su caso, en la Brigada Paracaidista.
«Creo que los suboficiales son la base del Ejército, y un Ejército sin unos suboficiales preparados no está capacitado para cumplir con su cometido, tanto en misiones de guerra y defensa como en misiones de paz y ayuda humanitaria». «El sargento y el suboficial son la base del Ejército. Es el que forma al soldado y el que hace de enlace entre el oficial y el soldado en la cadena de mando», reitera el comandante.
La I promoción de la Escala Básica de Suboficiales fue incorporándose a sus 25 destinos, salvando dificultades y abriendo camino a las siguientes promociones, con las que fueron encontrándose en las unidades y que los veían «un poco como padres». El comandante (R) Samper asegura que la experiencia con todos ellos fue muy buena. «Intentabas acogerlos, trasladarles tu experiencia y explicarles un poco cómo funcionaba todo». «El suboficial ahora necesita una preparación tecnológica mayor. Tenemos una gran Escala de Suboficiales», subraya.
Los alumnos de la I promoción pasaron un año en Talarn, antes de trasladarse a las academias de su especialidad, donde realizaron otros dos cursos. Antes de acabar primero, llevaron a cabo las maniobras «Rebeco» 75, presididas por el entonces Príncipe Juan Carlos, donde tuvieron su primer contacto con las unidades. Volvieron a la AGBS a finales de tercero, dedicado a prácticas y cursos de especialización, con el fin de preparar la entrega de despachos.
«En la primera incorporación a las unidades, algunos suboficiales antiguos, los menos, nos miraban con un poco de recelo. Hubo que afrontarlo y revertir esa primera opinión. Otros nos recibieron con los brazos abiertos y con sus consejos nos aportaron la experiencia que nos faltaba. En algunas unidades, costó integrarnos con ellos», recuerda el comandante. «Fuimos la fuerza de choque y hermandad. Las dos cosas a la vez, en confraternización y en enfrentar la falta de entendimiento hacia el nuevo suboficial que salía de la Academia General Básica de Suboficiales».
«En resumen, fueron tiempos muy duros», afirma el Cte. Samper. Los primeros alumnos de Talarn superaron juntos pruebas y obstáculos, realizaron maniobras y ejercicios, sufrieron las inclemencias del tiempo y se ayudaron entre ellos como hermanos. Aquel curso terminó, y los caballeros alumnos de la I promoción de la AGBS ascendieron por la falda del monte Costampla, sentando un precedente.
Los alumnos de la siguiente promoción pintaron un año después con cal el lema de la AGBS —«A España servir hasta morir»—. Casi tres años después de iniciar sus estudios, los caballeros alumnos de la I promoción recibieron sus despachos de manos del Rey Juan Carlos I, el 15 de julio de 1977, en una ceremonia para la historia en la que el recién ascendido sargento Samper fue condecorado con la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco como número uno del Arma de Infantería de la I promoción de la AGBS, sellando con sus compañeros, a los que lleva siempre en su recuerdo, una hermandad que —asegura— «es eterna e irrepetible».
«La hermandad que se creó en aquella primera promoción es irrepetible»
CTE. SAMPER, NÚMERO UNO DE INF. DE LA I PROMOCIÓN DE LA AGBSA ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR